MANCAI
En cada noche de luna llena, un caimán deslizaba su figura del río, entre sombras de palmeras y mangles, para cumplir su misteriosa vocación como comerciante de frías. Aunque vedado por las leyes de aquel tiempo, su producto era tan seductor que atraía a una clientela ferviente, quienes lo conocían bajo el enigmático alias de Mancai. Incluso a día de hoy, en las noches diáfanas de luz lunar, los habitantes de la Costa susurran haber avistado a Mancai con su cava y su camisa de flores, aunque nadie ha logrado confirmarlo. Por fortuna, el secreto de su brebaje se ha perpetuado hasta nuestros días.