JAGUARYU
En una mágica noche de diciembre, a orillas del río Magdalena, un lugareño bien chapeto, con sus ojos entreabiertos ve llegar a un animal de cuatro patas (o más). El extraño animal sólo lo olfateó en silencio y le dio de beber al pobre hombre un extraño menjurje, mientras el man medio dormido, sólo escuchaba “Jaguaryu, jaguaryu” unas mil veces (o menos). Cagao’ del miedo, se levanta para buscar lo que él cree ser un jaguar, pero no lo ve por ningún lado, y se da cuenta que la chapetera se le había pasado y de no ser por Jaguaryu (como lo bautizó), no echaba el cuento. Desde ese momento, aquel lugareño prometió replicar el bebaje curador y repartirlo entre todos sus compañeros de borrachera.